08.- Más evidencias arqueológicas

La evidencia arqueológica relacionada con el Nuevo Testamento no es tan imponente como la del Antiguo Testamento pero, aunque no es tan espectacular, no es menos importante. Como ya hemos considerado algunas de las evidencias que se desprenden de las inscripciones y papiros, ahora vamos a estudiar uno o dos ejemplos antes de pasar a evidencias de otra índole.
El lector de Hechos de los Apóstoles recordará que durante la última visita que el apóstol Pablo hizo a Jerusalém, se levantó una gran revuelta en el templo provocada por el rumor de que el mensajero del Evangelio había profanado los recintos sagrados al introducir ciertos gentiles (Hch_21:27 y sig.).. Los gentiles podían penetrar en los atrios exteriores, porque no formaban parte de los edificios del templo propiamente dicho; pero no podían entrar en las partes interiores, bajo pena de muerte.1 Las autoridades romanas estuvieron tan dispuestas a conciliar las susceptibilidades religiosas de los judíos, que hasta sancionaron la ejecución de ciudadanos romanos que violaron esa disposición. Para que nadie alegara ignorancia, se habían colocado letreros, escritos en griego y en latín, sobre el paredón que separaba los atrios interiores de los exteriores, advirtiendo a los gentiles que la pena de muerte esperaba a quien violara sus disposiciones. Una de esas inscripciones, halladas en Jerusalém en 1871 por C. S. Clermont-Ganneau, y que está actualmente en Estambul, dice:

Ningún extranjero debe penetrar detrás del paredón que rodea el templo y su interior.
Cualquier persona que sea sorprendida haciéndolo, tendrá que agradecerse a sí misma
por la muerte que le espera.2

Se cree que cuando Pablo habla en Efe_2:14 de "la pared intermedia de separación" que separaba al judío del gentil y que fué derribada por Cristo, toma el simil del paredón del templo que impedía el acceso de los gentiles al recinto reservado para los judíos.3
Cuando el apóstol Pablo escribió desde Corinto la epístola a los Romanos durante el invierno del año 56 al 57, envió saludos a varios camaradas y agregó,' Erasto, el tesorero de la ciudad, os saluda" (Rom_16:23). En el transcurso de las excavaciones que el profesor T. L. Shear practicó en Corinto en el año 1929, encontró un piso que tiene incrustada una inscripción que dice: Erastvs pro: Aed: S: P: Stravit ("Erasto, el procurador edil, colocó este piso con su propio peculio"). A. M. Woodward afirma que "la evidencia pone de manifiesto que este piso existía en el siglo primero de nuestra era, y es muy probable que Erasto el donante, sea el amigo de Pablo, el mismo a quien menciona en su carta a los Romanos" (Journal of Hellenic Studies, xlix, 1929, p. 221).
Muy a menudo los detalles menores del Nuevo Testamento reciben luz y confirmación de las investigaciones arqueológicas. Por ejemplo, cuando en el transcurso de la primera jira misionera Pablo y Bernabé visitaron Listra, en el Asia Menor, y curaron al hombre cojo e impotente de los pies, el populacho llegó a la conclusión de que dioses habían descendido a la tierra en forma de hombres, "y a Bernabé llamaron Júpiter y a Pablo, Mercurio; porque era el que llevaba la palabra" (Hch_14:12). Zeus y Hermes, -a quienes los romanos llamaban Júpiter y Mercurio,—se hallaban ligados tradicionalmente a esa región, y el poeta Ovidio cuenta en el libro octavo de sus Metamorfosis (líneas 626 y sig.), la bien conocida leyenda de cómo Zeus y Hermes llegaron de incógnito a esos lugares y recibieron hospitalidad de una anciana pareja, Filemón y Bau-cis, quienes se vieron recompensados por su amabilidad, mientras que el resto de los vecinos inhospitalarios perecieron en un diluvio.
El profesor W. M. Calder descubrió en Sedasa, cerca de Listra, en 1910, una inscripción que proviene del año 250 D.C. que suministra referencias más precisas del culto conjunto que se ofrecía a esas dos divinidades en las cercanías de Listra; inscripción que detalla la dedicación a Zeus de una estatua de Hermes, junto con un cuadrante solar, por parte de hombres que llevaban nombres licaonenses.4 Igualmente los profesores Calder y W. H. Buckler descubrieron en 1926 un altar de piedra, cerca de Listra, dedicado "Al que escucha la oración" (presumiblemente Zeus) y a Hermes".5
The Egyptian Mysteries, Los misterios egipcios, de Jámblico, filósofo griego neoplatónico que se cree floreció entre los años 250 al 325 D.C, contiene un buen paralelo de la frase "el que llevaba la palabra" (en griego es ho hegoumenos tou logon, o sea literalmente, "el dirigente del habla"), donde se describe a Hermes como "el dios que es el dirigente de los oradores" (en griego es theos ho ton logon hegemon). Estas "coincidencias imprevistas" son, en cierto modo, tan notables como las confirmaciones de las declaraciones bíblicas más directas.
Ya vimos algo en el capítulo II de la importancia que tienen los papiros que se han ido descubriendo para el estudio del Nuevo Testamento, cuando nos referíamos a algunos fragmentos primitivos de las Sagradas Escrituras que se han encontrado entre esos papiros Pero de ningún modo agotan el interés que esos papiros tienen para nosotros. Una de las con secuencias más felices que han aparejado esos descubrimientos ha sido traer a luz una cantidad de escrituras griegas trazadas en pedazos de papiros, o sobre piezas de alfarería, por gente de educación escasa, al punto que puede observarse el estilo griego que hablaba el común de la gente de los tiempos del Nuevo Testamento, por lo menos en Egipto.
Ahora bien: siempre se reconoció que el griego del Nuevo Testamento es diferente, en muchos aspectos, del lenguaje clásico de los grandes escritores helenos. Los eruditos trataron de explicar de varios modos las peculiaridades del "griego bíblico". Alguno de ellos, como Ricardo Rothe, sugirió en 1863 que se trataba de "un nuevo idioma del Espíritu Santo", preparado para expresar la verdad divina.6 Cuando consideramos las Buenas Nuevas y la verdad divina que el Nuevo Testamento entrega en ese idioma, no negamos, por supuesto, que en cualquier idioma en que hubiera sido escrito, habría sido ciertamente "un idioma del Espíritu Santo", en cierto sentido; pero el descubrimiento de esos escritos no literarios, hallados en las arenas de Egipto, desbaratan todas las opiniones de los eruditos mantenidas hasta el presente, porque resulta que están escritos en forma muy parecida al griego del Nuevo Testamento. En realidad de verdad el griego del Nuevo Testamento es muy parecido al koiné vernacular, o sea el griego "común" de aquellos tiempos, lo que quiere decir que se ha constatado que "el idioma del Espíritu Santo" era el lenguaje del común de la gente, lección que haremos bien en recordar.7
A fines del siglo pasado se produjo un gran alboroto por el descubrimiento de unos fragmentos de papiros que contienen los Dichos de Jesús, efectuado por B. P. Grenfell y A. S. Hunt en la localidad de Oxyrhynchus, algunos de los cuales son similares a los que ocurren en los Evangelios, mientras que otros no guardan paralelos conocidos. Como en los primeros tiempos de la Iglesia Cristiana debe haber existido en circulación un gran número de ellos, que luego fueron transmitidos de generación er generación, no ha de sorprender que se hayan descubierto otros Dichos de Jesús desconocidos. Los papiros de Oxyrhynchus, cuya data no va más allá del año 140 D.C., no son fragmentos de algún Evangelio, como sucede con los mencionados en el capítulo anterior, sino que forman parte de colecciones aisladas de esos Dichos, y cada uno de ellos comienza con la frase: "Y Jesús dijo". Es muy dudoso que sean gemimos todos esos Dichos de Jesús, pero es interesante observar que varios de ellos representan a Jesús hablando a la usanza del Cuarto Evangelio, aunque la semejanza es más bien del contenido del material que del estilo. En la Introducción de su Readings in St. Johris Gospel, Disertaciones sobre el Evangelio según San Juan el doctor Temple formula al respecto ciertas observaciones que son interesantes cuando dice:

...debemos recordar que "los Dichos" de Cristo que registran los papiros descubiertos en Oxyrhynchus,
ofrecen enseñanzas teñidas fuertemente de contenido joanino sin ninguna de las frases distintivas joaninas.
Esta evidencia, que todavía es motivo de ciertas discusiones, apuntala el punto de vista que sustentamos en el
sentido de que la misma mentalidad de Jesús está revelada en el Cuarto Evangelio, pero que al principio los
discípulos no pudieron penetrar, en parte debido a su novedad y en parte.por las asociaciones de la terminología
que fué necesario que el Señor empleara para expresar su pensamiento. Que los Sinópticos repitan la narración
de las palabras que Él habló lo más exacto que puedan; pero permitamos que San Juan nos afine el oído para escucharlas.

Esta evidencia, valga poco o mucho, sostiene nuestros otros argumentos que aceptan como auténtico el retrato que presenta de Jesús el Cuarto Evangelio.
Según parece, uno de los Dichos de Oxyrhynchus fué tomado de un Evangelio que se hallaba en circulación en Egipto en los primeros siglos del cristianismo, conocido por el Evangelio según los Hebreos. Clemente de Alejandría lo menciona cerca del año 200 como proveniente de ese Evangelio y reza así: "Jesús dijo: Que no cese de buscar [el Reino] quien lo busca, hasta que lo halle, y una vez hallado se asombrará. Asombrado alcanzará el Reino, y, una vez obtenido, tendrá paz". Es posible que algunos de los Dichos que no han sido identificados todavía, pertenezcan también a este Evangelio, porque guarda cierta relación con nuestro Evangelio de Mateo. Quizá se trate de una versión griega distinta del Evangelio arameo que aparece detrás de nuestro Mateo griego, que fué editada en beneficio de los ebionitas, que eran una secta ju-cristiana.
Jerónimo (347-420) identifica el Evangelio según los Hebreos con el que él encontró en Siria, llamado el Evangelio de los Nazarenos, y que él creyó erróneamente era el original hebreo, o arameo, de Mateo. También es posible que haya estado equivocado cuando identifica a Mateo con el Evangelio según los Hebreos, porque existe la probabilidad de que el Evangelio de los Nazarenos, encontrado y traducido por Jerónimo al griego y al latín, haya sido simplemente la versión aramea del Mateo griego canónico. De cualquier manera que sea, el Evangelio según los Hebreos y el Evangelio de los Nazarenos 8 guardan cierta relación con Mateo, y es preciso distinguirlos de entre la multitud de evangelios apócrifos, tan corrientes en aquellos tiempos, y que no tienen nada que ver con el estudio que realizamos en este momento. Quien tenga interés en el asunto puede consultar The Apocryphal New Testamenta El Nuevo Testamento apócrifo editado por M. R. James y tendrá a mano también varios libros apócrifos de "Hechos de los Apóstoles". La mayor parte son de índole novelesca. Sin embargo, uno de los libros apócrifos de Hechos, conocido por "Hechos de Pablo", que se sabe es una ficción del segundo siglo,9, tiene interés porque contiene un retrato de Pablo trazado a pluma, y Sir William Ramsay cree que, debido a los trazos vigorosos y fuera de lo convencional, puede ser que incorpore una tradición que existe sobre el aspecto del apóstol que se conservaba en el Asia Menor. Pablo es descripto como "una persona de cuerpo pequeño, con cejas prominentes, con nariz mas bien grande, calvo, de piernas combadas, bien formado, lleno de gracia, porque en ciertos momentos parece un hombre, y en otros tiene el rostro de un ángel".
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1. Flavio Josefo, Guerra judaica, v., 5,2.
2. En 1935 se encontró en Jerusalém otro ejemplar; pero es imperfecto.
3. Debería consultarse la nota que aparece en el Comentario de J. A. Robinson sobre este versículo.
4. Véase la Classical Review, 1919, xxiv, pp. 79 y sig.: xxxxiii, 1924, p. 29 n.l; el Expositor de julio de 1910, pp. 1 y sig., y 148 y sig.
5. Véase Discovery, 1926, vii., p. 262.
6. Lo cita H. Cremer en el Prefacio de su Bíblico-Theological Lexicón of the New Testament Greek.
7. Sin embargo, no debemos exagerar la similitud que existe entre el griego del Nuevo Testamento y el vernacular de los papiros, porque el primero corresponda a un dialecto más literario. El profesor A. D. Nock dice que 'cualquier persona que conozca los autores clásicos griegos, que después lea el Nuevo Testamento y luego escudriñe los papiros, se asombrará de las similitudes que irá descubriendo Y, cualquier persona que conozca los papiros y después lea los escritos del apóstol Pablo, se asombrará de las diferencias que existen. La influencia que se atribuye al koiné sobre el Nuevo Testamento ha sido grandemente exagerada" (Journal of Biblical Literature, 1933, lii., p. 138). Pero hay que decir que, en general, la descripción hecha más arriba es exacta.
8. Los dos fragmentos se encuentran traducidos en The Apocryphal NT por M. R. James, pp. 1 y sig.
9. Véase a M. R. James, The Apocryphal New Testament, pp. 270 y sig.; y a W. M. Raysay, The Church in the Román Empire, La Iglesia en el Imperio Romano, 1893, pp. 31 y sig. y 375 y sig.