Con el título "El 'Gay Power' fulmina a un mega jefe", el periódico La Vanguardia publicaba una información que muestra el carácter discriminatorio del llamado “poder gay”, un grupo político que ha conseguido una absoluta inmunidad en todas sus prácticas, y una posición de privilegio que les hace acreedor de abrumadoras subvenciones en un abanico que va desde la Unión Europea hasta los estados miembros, pasando por todos los gobiernos intermedios. Es la mejor constatación de que la política del “gay power” responde a la ideología del poder establecido, de quienes mandan hoy en la política, la economía, y los grandes grupos de comunicación. La demonización de Putin o del primer ministro húngaro Orban por los medios europeos, hasta la ceguera de ir contra los intereses de los países que representan, debe ser leída en buena parte bajo esta influencia del poder gay.
Pero vayamos al caso. El nombre de Brendan Eich quizás no les diga nada, pero era el director ejecutivo de Mozilla, creador del conocido navegador Firefox. Eich es uno de los más importantes desarrolladores de webs tecnológicas, y había sido fichado hace tan solo dos semanas para impulsar a la empresa. Sin embargo, ha sido forzado a dimitir en un acto de indudable violencia empresarial, solo justificable cuando es consecuencia de un suceso muy grave. ¿Y qué es lo terrible que ha hecho Eich? Pues nada más y nada menos que dar en el 2008, ¡hace 6 años!, 1.000 dólares en apoyo de la llamada proposición ocho californiana, que reiteraba que solo puede considerase matrimonio la unión entre un hombre y una mujer. Vale la pena recordar que dicha medida ganó en un referéndum y surgió como respuesta a la intromisión legislativa de la Corte Suprema de California, quien actuando como una tercera cámara legislativa estableció la legalidad del matrimonio homosexual. El voto popular se encargó de restituir la situación, pero ahora Eich paga con el despido el haber dado aquellos 1.000 dólares para apoyar una propuesta legal para utilizar un medio democrático, el referéndum, que además dio la razón a quienes la apoyaban. El poder gay demuestra así su talante antidemocrático, su querencia totalitaria en la que el fin justifica los medios. ¿Se imaginan si cualquier otro tipo de asociación, hubiera actuado igual contra alguien que hubiera dado un módico donativo para cualquier otra causa?
Lo que nos dice el poder gay es muy claro. Primero, vivid en el temor quienes os opongáis a nuestra voluntad política, quienes defendáis por vías democráticas lo que es general en el mundo y la historia: que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. Segundo, substituimos el debate de las ideas y el valor del voto resultante por la acción del grupo de presión. Allí donde ganemos el voto es sagrado; allí donde perdamos hay que prescindir de él, condenarlo, y castigar a quienes defienden el matrimonio clásico.
El “gay power” –que no la persona homosexual-, es decir la conversión de una preferencia individual de carácter afectivo-sexual en ideología política, es un peligro para la justicia y la libertad, que son valores constitutivos del ser humano, y la democracia, el medio que nos dotamos para ordenar el pluralismo. Y todo esto debe hacer reflexionar a quienes desde el Gobierno de la Generalitat de Cataluña apoyan una ley de privilegios para el homosexualismo político que los convertiría, a pesar de su mínima representatividad, en el poder hegemónico de la política catalana, porque supervisarían la educación y la actuación del Gobierno, controlarían la libre expresión de los medios de comunicación e impondrían cuotas de homosexuales en la administración pública y las empresas, estableciendo durísimas sanciones que pueden comportar el cierre de escuelas y la quiebra de empresas para todo incumplimiento
Todo esto, el porqué es tan hegemónica una minoría dentro de una minoría, la del homosexualismo político dentro de los homosexuales, merece un análisis y un debate todavía inédito, pero absolutamente necesario, porque nos dirá mucho de la sociedad que se está construyendo y de sus gobiernos
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