La Gracia de Dios (B)

Gén 3:3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.
Gén 3:4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; Gén 3:5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.
Gén 3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
Gén 3:7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
Gén 3:8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Gén 3:9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
Gén 3:10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Gén 3:11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?
Gén 3:12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.
Gén 3:13 Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.
Gén 3:14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
Gén 3:15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
Gén 3:21 Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.
En cuanto el hombre pecó, Dios prometió la venida del Salvador. Hizo esto en palabras del versículo 15 y mediante ilustraciones en el 21. Después de haber pecado, el hombre trató de cubrirse con obras de sus propias manos (versículo 7). Dios quitó aquello mediante lo cual el hombre trató de cubrirse con sus propias obras y proveyó un abrigo de pieles. Para hacer esto, hubo que sacrificar un animal, con lo que se nos dio una figura directa de que el camino por el cual el hombre habría de ir a Dios, ahora que había pecado, no sería por las obras de su propia virtud, sino por lo que Dios proveeria mediante la muerte del Mesías venidero.
Gén 4:3 Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová.
Gén 4:4 Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;
Gén 4:5 pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.
Indudablemente, Dios dijo a Adán y Eva cómo El quería que adorasen en el futuro, mediante la presentación de un cordero como figura del Mesías que vendría. Abel hizo esto; Caín trató de llegar sobre la base de sus obras. Las gentes antes de Cristo fueron enseñadas a esperar el Mesías que había de venir; debían poner su fe individual y personal en El.
Gén 12:1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
Gén 12:2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.
Gén 12:3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.
La promesa hecha a Abraham, 2.000 años antes de la venida de Cristo, era doble: nacional pero también personal. Las promesas nacionales eran para los judíos; las promesas espirituales eran y son para todos aquellos que estén en buena relación con el Mesías prometido. Este Mesías sería, humanamente, uno de los descendientes de Abraham.
Gén 22:1 Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
Gén 22:2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
Gén 22:3 Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.
Gén 22:4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos.
Gén 22:5 Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.
Gén 22:6 Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos.
Gén 22:7 Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?
Gén 22:8 Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos.
Gén 22:9 Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña.
Gén 22:10 Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.
Gén 22:11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
Gén 22:12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.
Gén 22:13 Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Gén 22:14 Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto.
Gén 22:15 Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo,
Gén 22:16 y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo;
Gén 22:17 de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos.
Gén 22:18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.
Aquí tenemos un vivo cuadro tipológico del Mesías venidero y su obra sustitutoria. Los Santos del Antiguo Testamento tenían un concepto mucho más claro de la obra de Cristo del que generalmente nosotros les atribuímos (Hebreos 11). El v. 14 une los acontecimientos de este capítulo -ocurridos 2.000 años antes de Cristo- con la futura muerte del Señor dos mil años después. La localidad geográfica mencionada aquí es el lugar donde luego se asentaría Jerusalén, escenario de la muerte de Jesucristo. Compárese el verso 2 con 2da Crónicas 3:1.
Éxo 20:24 Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré.
Después que se dieron los Diez Mandamientos, Dios proveyó inmediatamente un camino para acercarse. El cuando estos Mandamientos fueran violados. La construcción del altar anticipaba el hecho de la obra del Mesías que vendría y moriría por nosotros. Ningún hombre ha guardado jamás los Diez Mandamientos perfectamente. Todos, pues, necesitamos la salvación
Isa 53:1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?
Isa 53:2 Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.
Isa 53:3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Isa 53:4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Isa 53:5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Isa 53:6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
Isa 53:7 Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Isa 53:8 Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
Isa 53:9 Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
Isa 53:10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
Isa 53:11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
Isa 53:12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.
700 años antes de Cristo los judíos fueron informados explícitamente de lo concerniente a la obra del Mesías venidero. Incidentalmente, todo el sistema de sacrificios del Antiguo Testamento era la figura de la obra del Mesías venidero, de que el Mesías vendría y moriría por nosotros.
Luc 2:25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
Luc 2:26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
Luc 2:27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
Luc 2:28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
Luc 2:29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
Luc 2:30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
Luc 2:31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
Luc 2:32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.
Luc 2:36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
Luc 2:37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
Luc 2:38 Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
El Mesías nació según estaba profetizado, y cuando, siendo niño, fue llevado al Templo, Simeón le reconoció como el Mesías profetizado por el Antiguo Testamento. Había un pequeño grupo en esos días que tenía su fe personal fijada en el Mesías venidero. Cuando Jesús apareció, éstos le reconocieron y le aceptaron como tal.
Observen que Ana no sólo aceptó a Jesús como el Mesías, a quien ella había estado esperando con ansia durante toda la vida, sino que inmediatamente fue a informar a otros en Jerusalén, quienes también tenian su fe personal fijada en el Mesías venidero.
Rom 4:1 ¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
Rom 4:2 Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
Rom 4:3 Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
Declárase específicamente que Abrabam, 2.000 años antes de Cristo, fue salvado exactamente como nosotros somos salvados por la fe, sin obras.
Rom 4:6 Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
Rom 4:7 diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
Rom 4:8 Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado.
Dice aquí que David también (1.000 años antes de Cristo) fue salvado como nosotros somos salvados por la fe, sin obras. En el tiempo de David conocían bien los Diez Mandamientos dados por intermedio de Moisés 500 años antes; sin embargo, se dice claramente que David fue salvado no por obras sino por la fe. Ningún hombre ha sido salvado jamás por sus obras. La Ley nos condena siempre porque exige más de lo que nuestras obras pueden realizar.
Rom 4:10 ¿Cómo, pues, le fue contada? ¿Estando en la circuncisión, o en la incircuncisión? No en la circuncisión, sino en la incircuncisión.
Rom 4:11 Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia;
Después que Abraham hubo sido salvado por la fe, fue circuncidado. La circuncisión no le salvó; fue meramente un signo externo del hecho de que él ya había sido aceptado por Dios sólo por la fe.
Rom 4:20 Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,
Rom 4:22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Rom 4:23 Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada,
Rom 4:24 sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro,
Rom 4:25 el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.
Abraham fue aceptado por Dios por su fe. Así sucede también con nosotros.
Gál 3:13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero,
Gál 3:14 para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.

Mediante la fe, Abraham y nosotros, cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, recibimos la misma bendición de Dios.
Gál 3:24 De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.
Si todo esto es verídico, ¿de qué sirve entonces la Ley de Dios: los Diez Mandamientos y otros mandatos eternos dados por Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento? Dios quiere mostrarnos, por la Ley, que somos pecadores para que así veamos nuestra necesidad de aceptar a Cristo como Salvador.
Heb 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Heb 12:2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Se da una larga lista de algunos que en el Antiguo Testamento tuvieron fe en Dios, y a nosotros, que tenemos estos ejemplos, se nos indica también tener la misma fe en Dios, mediante la aceptación de Cristo como nuestro Salvador.
Asi, a través de las edades, antes de Cristo e igualmente después de Cristo, hay sólo un camino de salvación. Todos los hombres han pecado; la salvación solo llega por la fe; sobre la base de la obra acabada de Cristo en favor nuestro.